Del 1 de octubre al 8 de enero de 2023, la Iglesia de Santa Eulalia acogerá esta escultura del segundo cuarto del siglo XVI atribuida a Alonso Berruguete.
Palencia, 3 de octubre de 2022. El Museo Territorial Campos del Renacimiento acogerá en su sede de Paredes de Nava, desde el 1 de octubre hasta el 8 de enero de 2023, la escultura ‘Cristo atado a la columna’ atribuida por Alonso Berruguete durante el segundo cuarto del siglo XVI.
Esta exposición temporal, forma parte de una iniciativa del museo que pretende poner en valor el destacado patrimonio palentino. Para ello, durante tres meses (coincidiendo aproximadamente con el desarrollo de cada una de las estaciones), se presentará una obra de arte que estará expuesta en una de las localidades que conforman este Museo: Becerril de campos, Paredes de Nava, Cisneros y Fuentes de Nava.
Es la tercera ocasión que Campos del Renacimiento acoge una obra invitada. En esta ocasión, se podrá ver temporalmente en la iglesia de Santa Eulalia de Paredes de Nava y procede de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción en Guaza de Campos, Palencia.
Quienes visiten la escultura también podrán descubrir otras de las creaciones del autor expuestas en Campos del Renacimiento. Pues, aunque no trabajó apenas para esta, su localidad natal, su huella es perceptible en el magnífico calvario que corona el retablo mayor de la iglesia de Santa Eulalia y en la bella imagen de la Virgen con el Niño que la crítica le atribuye de manera unánime y que se conserva en el interior del mismo templo.
Sobre la escultura ‘Cristo atado a la columna’
Alonso Berruguete muestra a un Cristo de pie, atado a la columna del Pretorio romano con gran serenidad. Su rostro, de agotados párpados y boca entreabierta, nos transmiten un dolor contenido, sin teatralidad. Un rostro que manifiesta su angustia con expresión ausente; dolor más espiritual que carnal.
El escultor paredeño plasmó a Cristo en su soledad ante la flagelación, aislado, con el único apoyo de la columna. No hay presencia de elementos arquitectónicos o secundarios completando el fondo de la imagen, de manera que consigue que el espectador pose su mirada atenta en la figura de Cristo.
El Cristo aparece más abrazado que atado a la columna y coloca sus manos frente a la misma. Se trata de unas manos delicadas, de largos dedos, donde la derecha simula acariciar suavemente la mano izquierda. Mantienen una postura de aparente cruz, que quizás, nos anuncia lo que vendrá́ después. Por su parte, el fuste de la columna es esbelto y su altura sobrepasa ligeramente la de Cristo. Es una composición de gran equilibrio en la que el cuerpo de Cristo se complementa y une con gran armonía al objeto.
La policromía de la obra no excesivamente abundante, pero en ella destaca la que imita al jaspe de la columna y la limitada al dorado del paño, así́ como los ligeros toques de sangre que se pueden apreciar en brazos y piernas y ya de forma exagerada en la espalda.
En definitiva, Alonso Berruguete define con gran maestría en esta talla el sentimiento de angustia espiritual. Un sentimiento que se alarga de forma irreal a través del proporcionado cuerpo de Cristo.
Sobre Alonso Berruguete
Alonso Berruguete ha pasado a la historia como uno de los más geniales artistas del Renacimiento. Hijo de Pedro Berruguete, todo parece indicar que nació́ en Paredes de Nava hacia 1488.
El fallecimiento de su padre le movió́ a seguir sus pasos, de manera que comenzó una formación que le llevó incluso a Italia. En Roma y Florencia pudo contemplar las grandes obras de la antigüedad clásica y de grandes artistas de la época como Leonardo da Vinci, Donatello, Rafael y, sobre todo, Miguel Ángel.
De regreso a España, fue nombrado pintor real por el Emperador Carlos V y se encargó́ del sepulcro del canciller Selvaggio en Zaragoza, su primera obra documentada. En el año 1523 obtuvo la escribanía del Crimen en la Real Chancillería de Valladolid. Es entonces cuando se estableció́ en esta localidad castellana y abrió́ su taller.
Su primer gran contrato, ese mismo año, junto al también escultor Vasco de la Zarza, fue el altar mayor del convento jerónimo de La Mejorada de Olmedo. Pocos años después le fue encargado el retablo mayor de la iglesia de San Benito el Real de Valladolid, donde alcanzó sus mayores logros.
Sus últimas grandes obras las realizó en Toledo y fueron la sillería de la catedral y el sepulcro del cardenal Tavera en la iglesia del Hospital del mismo nombre.
Su trabajo ejerció una gran influencia en sus contemporáneos y contó en su taller con aventajados discípulos como Francisco Giralte, de cuya mano es el retablo mayor de la iglesia de San Pedro de Cisneros, integrada en el Museo Territorial Campos del Renacimiento. Falleció en Toledo en 1561.